Para encontrar un punto de partida de cómo encarar mejor este artículo, tendríamos que remitirnos a una pared pintada debajo de la tribuna local. Esta reza un viejo proverbio que dice: “Siempre CASLA, nunca S.A.”
Como cada 30 de noviembre, el pueblo azulgrana celebra el Día del Hincha de San Lorenzo de Almagro, una fecha que trasciende lo meramente deportivo.
En Argentina, ser hincha de fútbol es más que apoyar a un club: es abrazar una identidad cultural y emocional profundamente arraigada. En este artículo exploraremos qué significa ser hincha en el contexto argentino, el origen de esta conmemoración única de San Lorenzo y cómo se vive actualmente. También analizaremos por qué este día resulta tan significativo para los simpatizantes del Ciclón, vinculándolo con la rica historia del club –desde su identidad barrial en Boedo hasta gestas de resistencia como la recuperación del predio de Avenida La Plata–, y reflexionaremos sobre el rol insustituible de la gloriosa hinchada de San Lorenzo y su gente en la historia.
En Argentina, la palabra hincha evoca inmediatamente pasión. Se suele decir que el fútbol sin hinchas no es nada; ver un partido sin el aliento de la gente sería como un funeral. Desde su origen en el Río de la Plata, donde un utilero fervoroso del Nacional de Montevideo fue bautizado “el hincha” por su entrega, el término pasó a definir al fanático incondicional que canta, alienta y vive cada jugada con el corazón. En nuestro país, ser hincha es una religión laica: hay rituales, fe, herencia familiar. No es solo mirar: es pertenecer. Es cargar con la historia, con los colores y con la esperanza, incluso en la derrota.
San Lorenzo de Almagro encarna ese espíritu como pocos. Club popular, de barrio, nacido al calor de Boedo y enraizado en sus calles, fue siempre más que una institución deportiva. Es un punto de encuentro, una familia extendida. Y su gente ha demostrado, una y otra vez, que está dispuesta a darlo todo por defenderlo. Por eso, el Día del Hincha no nace de una efeméride impuesta desde arriba, sino de una gesta popular que marcó un antes y un después.
La noche del 30 de noviembre del 2000, los socios e hinchas del Ciclón se autoconvocaron masivamente para frenar un intento de privatización del club. La Comisión Directiva de ese momento pretendía firmar un acuerdo con una empresa extranjera, otorgándole derechos comerciales y de gestión por una década. Pero el contrato tenía una cláusula de confidencialidad que impidió discutirlo abiertamente con los socios. Cuando la maniobra salió a la luz, el rechazo fue inmediato. Bajo la consigna “San Lorenzo no se vende”, cientos de hinchas coparon el estadio Pedro Bidegain. En una jornada cargada de tensión, con represión policial incluida, la presión popular forzó a la dirigencia a suspender el acuerdo. El tiempo les daría la razón: meses después, esa empresa quebró en medio de un escándalo global. La hinchada había salvado al club.
Desde entonces, el 30 de noviembre se celebra espontáneamente como el Día del Hincha. No hay trofeos en juego ni goles memorables: se conmemora la noche en que la pasión le ganó al negocio. El festejo fue creciendo con los años. Se organizan marchas, caravanas, recitales, y desde la recuperación de los terrenos de Avenida La Plata, los actos se centran cada vez más en ese espacio simbólico: la vieja casa de San Lorenzo de Almagro donde residía el Gasómetro de Avenida La Plata.
Hoy el fútbol ha cambiado. Las reglas que rigen el juego también lo han hecho, y muchos clubes en el mundo operan bajo modelos mixtos o incluso totalmente privados, algunos con gestión eficiente, otros no tanto. Es difícil, visto desde el presente, entender la dimensión del rechazo que provocaba en su momento la idea de privatizar un club.
Pero créanme cuando les digo que San Lorenzo es y será siempre el club de barrio que, de la mano de Lorenzo Massa, abrió las puertas a los pibes de la calle. No importa en qué punto de la línea del tiempo nos encontremos, cada vez que el club lo necesite, su gente va a estar ahí. Poniéndole el hombro, construyendo desde abajo, empujando el carro. Porque como dijo el prócer Rubén Darío Insúa: “A San Lorenzo hay que defenderlo todos los días, todo el tiempo y en todos los ámbitos.”.
El día también invita a reflexionar sobre el papel del hincha como actor histórico. San Lorenzo tiene una de las hinchadas más movilizadas de Argentina. Fue protagonista en la construcción del Nuevo Gasómetro en los 90, en la campaña para la Vuelta a Boedo, y en la recolección de firmas y fondos que hicieron posible la restitución del predio.
El club que perdió su estadio durante la dictadura no se resignó. Generaciones enteras lucharon para volver. En 2012, la Legislatura aprobó la Ley de Restitución Histórica. Y en 2019, tras cumplir con el pago del predio al hipermercado que lo ocupaba, San Lorenzo recuperó su tierra. Cada paso fue impulsado por su gente.
Por eso la frase “Siempre CASLA, nunca S.A.” no es solo una consigna: es una declaración de principios. San Lorenzo es de sus socios. No hay capitales extranjeros ni fondos de inversión que puedan apropiarse de su historia. En un mundo donde muchos clubes se convierten en marcas, San Lorenzo reivindica su esencia popular. El Día del Hincha es una fecha de reafirmación identitaria. Se celebra la pertenencia, la memoria y la convicción de que el fútbol también puede ser un espacio de comunidad y resistencia.
El hincha de San Lorenzo no olvida. No olvida el Gasómetro, no olvida el descenso, no olvida las malas gestiones ni las noches de gloria. Pero sobre todo, no olvida que fue su voz la que salvó al club. Por eso cada 30 de noviembre se festeja en la calle, en la cancha, en las redes y en el corazón.
También se recuerda a quienes dejaron todo, como Lorenzo, Scaramusso y hasta el propio Jacobo Urso, que en un acto de amor involuntario dio su vida por estos colores en una muestra suprema de amor a la camiseta. Es un homenaje a todos los que alzaron la voz, a los que marcharon bajo la lluvia, a los que pusieron su firma, su cuota, su cuerpo. Es un día para mirar atrás y entender que San Lorenzo está de pie gracias a ellos.
A los hinchas. A los que no se venden. A los que pintan paredes con verdades eternas…
(Por F.Q.)